La Capital, Sábado 12 de Diciembre de 2020
Un archivo para construir una pedagogía de la memoria
El Centro Documental Rubén Naranjo contiene materiales de consulta para docentes y alumnos sobre la dictadura.
Foto: Sebastian Suarez Meccia / La CapitalPor Paula Busnadiego
El próximo 17 de diciembre se cumplen 10 años de la instalación del Museo de la Memoria en su sede definitiva de Córdoba y Moreno, el espacio definido por derecho e historia como su casa. El sitio fue durante la última dictadura cívico militar sede del Comando del II Cuerpo de Ejército, desde donde se planificó y ejecutó la represión sobre seis provincias del Litoral argentino y punto de peregrinación obligado de todos aquellos que buscaban información sobre sus seres queridos desaparecidos. Desde hace una década es un espacio colectivo de conocimiento y reflexión sobre todo aquello que no debe suceder jamás en el país.
Territorio habitado no sin librar batallas por parte de los organismos de derechos humanos, el Museo de la Memoria hoy se erige como emblema de reparación histórica de la ciudad. Y cuenta con un centro documental para que docentes y estudiantes puedan acceder a material sobre el pasado reciente más oscuro. Y para ejercer y construir una pedagogía de la memoria.
Indagar sobre el pasado
El ejercicio de la memoria histórica quizá sea el acto pedagógico más importante tendiente a la formación de ciudadanos plenos, capaces de discernir reflexiva y críticamente sobre aquellas prácticas estatales que limiten sus derechos individuales y colectivos.
Si hay un sitio en la ciudad que invita a las nuevas generaciones y no tan nuevas a indagar sobre el pasado reciente, ése es el Museo de la Memoria. Con una multiplicidad de propuestas para abordar la temática, el Espacio Educación de la casa ofrece capacitaciones docentes para dotar de herramientas a todos aquellos que quieran trabajar en el abordaje de la última dictadura y la violación a los derechos humanos. La entidad cuenta además con el Centro Documental Rubén Naranjo, un espacio que se destaca por su labor pedagógica.
El Centro Documental del Museo de la Memoria fue creado en 2010 y lleva el nombre de Rubén Naranjo, a modo de homenaje y reconocimiento a una de las personas que fue clave en la visibilización y la lucha contra el Terrorismo de Estado en la región. El lugar desarrolla tareas de recuperación, resguardo y difusión de la información histórica y colectiva proveniente de documentos relacionados con la última dictadura eclesiástica cívico militar del país. Su patrimonio es enriquecido sistemáticamente a través de las donaciones que realizan sobrevivientes del Terrorismo de Estado, sus familiares, organizaciones de derechos humanos e investigadores, entre otros aportantes.
Natalia Chetti y Leonardo Simonetta son profesores de historia y forman parte del personal que recibe y asesora a todas aquellas personas que se acercan con alguna necesidad de búsqueda al centro documental, que por la pandemia este año estuvo cerrado. Pero que espera pronto —con protocolos mediante— volver a recibir a las instituciones educativas.
En diálogo con La Capital, Chetti cuenta que la mayoría de los visitantes son estudiantes de distintas carreras, tanto universitarias como terciarias. También alumnos de escuelas secundarias que vuelven al Museo luego de haberlo conocido a través de una visita guiada escolar. Muchas veces esos estudiantes que se acercan a buscar información saben sobre la temática pero no están guiados en la tarea de la investigación, cuenta la profesora. Desde sus miradas docentes, Chetti y Simonetta propician ese acompañamiento necesario frente a un proceso de descubrimiento. Ellos definen su trabajo como una tarea pedagógica.
¿Y los docentes? Ante la pregunta, la profesora responde con pesar que son pocos los que se acercan a explorar el lugar como tarea previa al acompañamiento de sus alumnos en un proceso de investigación. Afirma que le gustaría que el espacio sea más visitado por maestros y maestras. Sobre la causa de estas ausencias, expresa: “Dentro del panorama de la docencia se percibe un alejamiento, son muy pocos los y las docentes que se acercan a la temática. En general se trata de militantes de alguna causa o de aquellos que han tenido una historia de vida que los involucra con el tema”. Tal vez la clave resida en tomar conciencia de que las violaciones a los derechos humanos cuando se producen, atañen y afectan a toda la sociedad en su conjunto, aunque impacten en un grupo particular de personas, el respeto por los derechos humanos como pilar de las sociedades democráticas debe ser entendido como un problema de todos.
Ir a las fuentes
El acervo documental con el que cuenta el centro se encuentra en distintos soportes y presenta verdaderos pedazos de historia cristalizados en colecciones personales, testimonios, correspondencia, denuncias, expedientes judiciales, imágenes (fotos, afiches, pancartas, panfletos) y entrevistas, entre otros materiales.
Chetti explica que “si bien se trata de un ente público, el centro documental del Museo de la Memoria se constituye a partir de las donaciones de organizaciones de derechos humanos, gremiales y privados, por eso cada uno de esos documentos cuenta con las reservas particulares establecidas por cada donante”.
A la fecha el espacio gestiona más de 70 fondos documentales, casi todos ellos digitalizados, referentes a violaciones a los derechos humanos en la región durante los procesos militares.
Chetti y Simonetta destacan algunas joyas, como los recortes de noticias periodísticas publicadas en diarios de Rosario y la región de la década de 1980 compilados por Ana María Zeno de Luque, cuya hija fue víctima del Terrorismo de Estado. También un conjunto de imágenes tomadas por el fotógrafo Carlos Saldi en ocasión del Rosariazo de 1969. El acervo del Centro incluye también documentos ligados a la labor de Abuelas de Plaza Mayo y su funcionamiento en Rosario bajo la dirección de Darwinia Mónaco de Gallicchio. Hay denuncias y biblioratos con documentos usados en la búsqueda de nietos desaparecidos o nacidos en cautiverio, afiches, pines, volantes, recortes y documentos judiciales. Y materiales que dan cuenta del accionar de la filial Rosario de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos (APDH).
El listado continúa. Son piezas enriquecedoras a la hora de abordar un conocimiento profundo y reflexivo del pasado cercano. Todos esos materiales están al alcance de aquellos que los requieran y se animen al rescate de la memoria.
Se trata de recursos que posibilitan diálogos y el acercamiento a las historias de vida de las víctimas de la dictadura para tender puentes generacionales. Se trata también de recursos que hacen posible el entendimiento y aprendizaje sobre cuáles eran los diferentes proyectos de país en disputa en aquella época, el por qué de las luchas emprendidas por los distintos espacios políticos y sociales, y de qué manera se ejecutó el plan de destrucción de todos esos movimientos a través de las violaciones de los derechos humanos.
Todos esos documentos además invitan a interpelarse sobre el propio presente, sobre la propia identidad del país y de la ciudad con todas sus particularidades. ¿Acaso las luchas de aquellos estudiantes o de los trabajadores del Gran Rosario no tuvieron que ver con el presente de la ciudad? Y si de la propia identidad se trata, ¿no es tarea de la escuela indagar sobre esas luchas y comprenderlas para comprender el propio presente?
Simonetta cuenta como novedad que el Museo tiene un nuevo fondo documental de diversidad sexual. Un material que da cuenta de cómo vivieron distintos colectivos vinculados a la diversidad sexual la represión en la época de la dictadura y distintas situaciones que tienen que ver con el presente, atravesadas por luchas en pos de conquistar derechos. Está compuesto por recortes periodísticos, entrevistas, programas radiales y fotos, entre otros materiales.
Pedagogía de la memoria
Chetti sostiene que para que los 24 de marzo no se vivan como una efeméride más en el ámbito escolar, es necesaria una pedagogía de la memoria. “Una pedagogía —dice— que implica abordar nuestro pasado más reciente y deconstruir la idea de la teoría de los dos demonios, de manera tal de sacar a los derechos humanos de las ataduras de esas categorías. Educar para desligar el concepto de derechos humanos de la idea de las “viejas locas” como llamaron a las Madres, “los zurditos” o los derechos humanos entendidos como una institución ajena a nosotros como personas. Y para desarmar esa idea hay que volver a pensar la dictadura cívico militar en cuanto proyecto político económico y social que nos atravesó a todos, más allá de la vinculación gremial, sindical, estudiantil, política. Porque atravesó a todos los ciudadanos”.
Para Chetti, la pedagogía de la memoria implica comprender que la teoría de los dos demonios “siempre es a favor de la impunidad”. Y que es también poder valorar el ingreso de los nuevos derechos de niños y niñas a partir del trabajo de las Abuelas. “La pedagogía de la memoria no es replicar o repetir: es investigar, estudiar. Invita a los docentes a salir de esos blancos y negros, y poder mirar en perspectiva”, agrega.
A la pregunta de para qué y porqué es importante fortalecer esa pedagogía, la docente responde: “Para no transformarnos en esos ciudadanos que nunca sabemos por qué nos pasan las cosas. Hay que poner en vigencia esta problemática y reflexionar hasta qué punto un grupo de seres humanos, para hacerse del poder, lleva a cabo proyectos que son para unos pocos. Para reflexionar sobre la tortura, la desaparición, la apropiación como metodologías, y comprender que los que están siendo juzgados en los tribunales de calle Oroño no vinieron de Marte, no son monstruos. Son personas que forman parte de nuestra sociedad. Salieron de nuestra propia sociedad y cuando tienen un clima que les permite nuevamente surgir, surgen. Por eso es que hay que trabajar”.