Rosario 12, Miércoles 29 de Octubre de 2014

La cotidianeidad de los desaparecidos

Publicado en Rosario dentro de la colección Teatro de Baltasara Editora, el libro es fruto del intenso trabajo que Bona realizó a partir de la lectura a fondo del Archivo Biográfico Familiar de Abuelas de Plaza de Mayo.

Liliana Ruiz, Bona y Rubén Chababo durante la presentación en el Museo de la Memoria Imagen: Gentileza Adolfo Corts

 Por Beatriz Vignoli

El Archivo Biográfico Familiar de las Abuelas de Plaza de Mayo surgió en 1998 a partir de un convenio con la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, que convocó a estudiantes y graduados de carreras sociales y humanísticas para investigar y reconstruir historias de vida. El Archivo reúne relatos de familiares, amigos, compañeros de militancia y de cautiverio de los desaparecidos o asesinados por la última dictadura militar cuyos hijos, nacidos en cautiverio o secuestrados, fueron apropiados por los genocidas.

Hasta la fecha, el Archivo realizó 2117 entrevistas en todo el país, pudiendo entregar en los primeros diez años 28 archivos en soporte oral, escrito y fotográfico a nietos y nietas que conocieron su identidad y 26 copias de estos archivos a sus hermanos y primos.

Más allá de estos destinatarios directos, el desafío de dar a conocer a la sociedad las vidas truncadas de aquellos jóvenes implica un compromiso con la verdad, la memoria y la justicia, dado que revela contra quiénes exactamente estaba dirigido el plan de exterminio, restituyendo las singularidades de sus víctimas: sus prácticas, sus orígenes, cómo vivían, qué lazos sociales les fueron cortados, o cómo se los recuerda; compromiso cuyo límite ético radica en la privacidad.

Así, no se difundieron las entrevistas textuales ni las fotos, sino una serie de relatos que Patricia Zangaro, Gilda Bona, Mariana Pérez y Malena Tytelman escribieron a partir de una lectura a fondo de dicho material. En cada uno de estos relatos habla alguien en primera persona, recordando al desaparecido: puede ser un padre, una madre, un amigo o amiga, un hermano o hermana, un compañero o compañera de militancia. El tono es afectuoso. Lo atraviesa una mezcla de sentimientos: amor, dolor, orgullo, tragedia y hasta humor. No son vidas de santos sino de gente común, del pueblo, con sus virtudes y defectos. Lo más significativo en estos relatos es precisamente lo más banal: los colores de un bolso, un gusto personal, una mascota, un olor, un chiste, una broma, una frase; anécdotas de la niñez y de la adolescencia. Es central la militancia, como también los modos de vida comunitarios que esa militancia revolucionaria había creado. Pero no están narrados como épica sino como una cotidianeidad bajo amenaza. La precisión de esos detalles rehace la intimidad de la memoria familiar.

Los textos de "la fragua" (como denomina Zangaro a su colectivo de dramaturgas con sede en el teatro de los Kogan, en Buenos Aires) fueron escritos para Teatro por la Identidad, que los puso en escena en forma de monólogos teatrales a partir de 2005, y para el Archivo.

Cincuenta de esos textos, escritos por Gilda Bona, fueron reunidos en un libro reciente: Memoria en la fragua, publicado en Rosario en la colección Teatro del sello local Baltasara Editora, presentado el viernes pasado en el Museo de la Memoria de esta ciudad (donde la autora compartió el encuentro con la editora Liliana Ruiz y con Rubén Chababo, director de la institución). La admirable edición del libro los ordena de modo que los relatos se cruzan entre sí y vuelven a tejer las redes humanas arrasadas. Al final de cada relato, figuran el nombre, apellido y destino de cada protagonista, o también de su pareja, hijos y nietos. El prólogo de Zangaro y un epílogo describen el proyecto. Parte del prólogo se cita en la carta de las Abuelas de Plaza de Mayo reproducida al final: "Rasgar la foto en blanco y negro... reconstruir el fluir de la vida".

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