El piloto de la muerte ahora niega todo
La declaración de Julio Poch sobre su participación en los vuelos de la muerte, dijo que no participó en vuelos desde los que se arrojaban personas al mar y argumentó que no les confesó a sus compañeros de una aerolínea holandesa haberlo hecho, sino que se trató de un malentendido idiomático.
El teniente de fragata retirado Julio Poch agradeció la compañía del embajador de Holanda. Imagen: Rolando AndradeDiario Página12 - 19/02/2013
Por Alejandra Dandan
Esta vez, el piloto Julio Poch estuvo sin carteles colgados en el pecho. Sentado en una silla, a las 12.29 del mediodía empezó con la indagatoria de cuatro horas, un descargo para el que recurrió al Power Point, reproducciones en pantalla gigante de notas y de su libro de vuelos. Tomó párrafos del Nunca más, donde dijo haber leído por primera vez acerca de los vuelos de la muerte: “Por supuesto que, como a la mayoría de los que vivimos ese período, me provocó incredulidad y rechazo”. Se refirió a las confesiones de Adolfo Scilingo en el libro El vuelo, de Horacio Verbitsky, y explicó que cuando un pariente suyo le habló del caso, le respondió que “la Armada nunca haría cosas como ésas”. Volvió a negar su intervención en los vuelos de la muerte como lo hizo en la instrucción y también haberles confesado su participación en los vuelos a sus compañeros de tripulación en la isla de Bali en 2003. “No participé de los vuelos de la muerte ni como piloto, copiloto ni tripulante”, indicó, pero no dijo nada que no hubiera dicho en las etapas anteriores.
Uno de los datos más novedosos de la declaración sucedió casi al comienzo, y despertó malestar y repudio entre las víctimas presentes en la sala. Poch tiene ciudadanía holandesa. El embajador de Holanda, Henry Juriaan de Vries, estuvo en la sala. Poch intentó abrazarlo cuando llegó y desde el micrófono le agradeció su presencia, que se sumó a un apoyo que el piloto recibió del Ministerio de Relaciones Exteriores de ese país. Poch lleva adelante en Holanda una campaña para proclamar su inocencia. En un cuarto intermedio, un torbellino de periodistas holandeses se cruzó en los pasillos con abogados, fiscales, querellas. Alguien dijo que el embajador estaba ahí porque Poch era ciudadano holandés. Una de las investigadoras de la causa rápidamente aclaró: “Eso está bien si el ciudadano holandés es una ‘víctima’, pero otra cosa es que lo hagan cuando lo que existen son presunciones sólidas acerca de un imputado en crímenes de lesa humanidad”. De saco azul, camisa celeste con el cuello abrochado a dos botones, corbata y lentes, el piloto leyó su declaración, mientras iba y venía con las imágenes en la pantalla. “Siento una tremenda indignación por encontrarme en este juicio, acusado, procesado y arrastrado aquí ante ustedes, y además privado de mi libertad. Me encuentro aquí por un terrible malentendido, mis palabras se tergiversaron de una conversación”. Y luego afirmó: “Estoy injustamente acusado de crímenes y tormentos que no he cometido”. El piloto criticó al Estado argentino por “detenciones arbitrarias como la mía”, y dijo que era una “verdadera vergüenza” estar ahí “sólo por haber dado mi opinión personal con colegas holandeses, en la isla de Bali en 2003, sobre la política argentina”. Cuando habló de los vuelos, dijo varias veces lo mismo: “No tengo conocimiento de si existieron o no sino a partir de lo que he leído publicado por los medios. Si existieron, es algo terrible, aberrante e inhumano. Nunca dije haber estado involucrado en ellos”.
Sobre las acusaciones, el piloto repitió el esquema de su estrategia de la indagatoria. Primero negó haber volado aviones con capacidad de transportar pasajeros y dijo que sólo se instruyó una vez que entró a Aerolíneas Argentinas en 1981. Sobre este punto, el juez de instrucción Sergio Torres dio por probado –a través de documentación de la Armada, entre otras cosas– que voló aviones con capacidad de carga y descarga, y por lo tanto con capacidad de transportar pasajeros. Un tema que en cambio está en duda es la cantidad de hechos adjudicados. Hasta ahora, Poch está acusado por 30 hechos, entre ellos las víctimas de la Santa Cruz, “trasladadas” en un vuelo de una fecha en la que él dice haber estado en otro lado. “Como les aseguré a Torres y (al fiscal Eduardo) Taiano, jamás estuve en la ESMA, ni destinado, ni en comisión, ni siquiera un día de visita, no integré ninguno de los grupos de tareas. No participé de la lucha contra el terrorismo en los años que estuve en la Armada, no tuve nada que ver con los vuelos de la muerte; pero por último quiero agregar que no confesé nada porque no tengo nada que confesar.”
Uno de los ejes de la causa es la cena en el restaurante Gado Gado de Bali en 2003. Fue entonces cuando Poch admitió haber piloteado aviones de los vuelos de la muerte, según la denuncia que luego hicieron algunos de sus compañeros. El juez Torres indicó en el expediente que los testigos recibieron más tarde una serie de e-mails de amigos de Poch indicándoles que cambiaran la declaración y con sugerencias de aquello que debían decir. Uno de los argumentos centrales de la defensa desde siempre fue apelar a una supuesta confusión de idiomas y traducciones.
Ayer, Poch mostró fotos, una sucesión de hora por hora de la cena. Para probar cómo estaban las cosas al comienzo de la charla central hasta proyectó una imagen con una mesa y cafés: el comienzo de una sobremesa. “En febrero del año anterior, Máxima se había casado con el príncipe de Holanda –dijo–. Muchos holandeses cuestionaban a su padre Jorge Zorreguieta, a ese señor no se le permitió asistir a la boda. Uno de los holandeses dijo que le parecía bien porque Zorreguieta había sido parte del gobierno de la dictadura argentina. Yo opiné que por ser el padre de la novia no me parecía tan bien, sino que debía habérsele permitido. Dije que había sido secretario de Agricultura durante el gobierno militar, y mi opinión fue recibida como si defendiera a Zorreguieta y al gobierno militar (...). Les dije que estaban equivocados sobre lo que había pasado en la Argentina, era mi opinión, les dije que había una situación caótica en el país después de la muerte de Perón, violencia terrorista que azotaba todos los días con atentados y bombas, enfrentamientos armados, secuestros extorsivos y ataques militares, etcétera. Era mi opinión. Les dije que había un conflicto interno con víctimas de ambos lados.”
En ese contexto, aseguró, les dijo que había sido militar. Uno de los presentes le preguntó si era cierto que se arrojaban opositores al mar. “Eso me recordó lo de Scilingo –dijo él–. Yo les dije lo que era de público conocimiento, supuestamente, pero que no se tenía confirmación. No defendí esos hechos sino a mi país y la Armada.” En ese momento, su compañero Tim Weert le dijo aquello sobre lo que Poch basó su estrategia: “How terrible that you have to do that” (“Qué terrible que tuviste que hacer eso”). Poch planteó que entendió aquel “tuviste” por un “tuvieron”, aunque nunca aclaró que en español aquello también indica un “nosotros inclusivo”. Además del “you”, lo que Poch subraya de ese relato es que el contexto de la charla operó como confusión.
Una y otra vez, Poch repitió, sobre los vuelos de la muerte, aquello de “no me constan”. “Estoy muy orgulloso de mi corta carrera naval –dijo–, la misma está detallada en mi legajo de servicio... No recibí ninguna orden para dañar a una persona o hacerle mal a nadie.” A las 17.30, la presidenta del TOF, Adriana Paliotti, lo despidió. La indagatoria había terminado.