Ciencia y Justicia: el papel clave de un físico del Conicet para probar la Masacre de Trelew
El Ciudadano | 21 de agosto de 2022
Rodolfo “Willy” Pregliasco trabaja como perito en investigaciones judiciales donde reconstruye la sucesión de hechos. A mitad de año declaró como experto en una causa en Estados Unidos donde el ex marino Roberto Guillermo Bravo recibió por primera vez una condena por su accionar en la masacre
Por Candela Ramírez
El 23 de agosto de 1972, la entonces sede del Partido Justicialista de la ciudad de Buenos Aires fue sitio de encuentro para cientos de militantes peronistas. Horas antes se había conocido la noticia de los fusilamientos al sur del país contra 19 presos políticos. Tres de las víctimas de la Masacre de Trelew fueron veladas en este lugar donde esa misma tarde se desató una represión policial, impulsada por el dictador Alejandro Lanusse. Rodolfo “Willy” Pregliasco tenía once años y no entendía muy bien lo que veía desde el balcón de su casa a dos cuadras de aquel lugar, en Avenida del Plata y Rivadavia. Con el tiempo, Pregliasco empezaría a entender la importancia histórica de aquellos días aunque seguramente no imaginó que 35 años después tendría un rol fundamental para probar cómo fue la masacre producida en la base militar al noreste de la provincia de Chubut.
Pregliasco nació en 1961, es docente y físico del Conicet -Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas-. “Siempre digo que nací en Buenos Aires pero soy de Bariloche porque ya llevo más tiempo viviendo ahí, desde 1987”, dice al otro lado de la línea en diálogo con El Ciudadano. En la ciudad rionegrense funciona el Centro Atómico, lugar donde trabajan cientos de investigadores del país. Este fin de semana está en Trelew, Chubut, en el marco de los 50 años de la Masacre, donde participa de actividades con sus colegas del Conicet y del programa nacional Ciencia y Justicia.
Desde la década del noventa participa como perito en causas judiciales donde se requiere la reconstrucción de hechos, muchos de ellos donde hubo represión policial. Hace su aporte desde la física. Trabajó en causas como la desaparición de Miguel Bru, los asesinatos de diciembre de 2001 y en 2007 fue convocado para investigar cómo fue la Masacre de Trelew, el fusilamiento contra 19 militantes y presos políticos ocurrida la madrugada del 22 de agosto de 1972. Solo tres de ellos sobrevivieron, aunque fueron desaparecidos unos años más tarde durante la última dictadura cívico militar. Para muchos, este hecho fue la antesala del posterior terrorismo de Estado que reinó en Argentina entre 1976 y 1983.
Este año Pregliasco participó como perito experto en un juicio en Estados Unidos, iniciado por una demanda civil contra el ex marino Roberto Guillermo Bravo, un represor que se fugó al país norteamericano y no había recibido condenas por este delito hasta julio de este año.
“En 2007 me llamó un juez de instrucción, apenas empieza la investigación, y me dijo: tengo que hacer un juicio con testimonios muy viejos o libros de historia, necesito algún elemento material de esa noche. Realmente dudé si tomar la causa porque me parecía una cuestión un poco loca, si vos ves las películas sobre la preservación de la escena del crimen… Acá estábamos entrando en una escena de algo que había pasado hacía 35 años”, cuenta el investigador.
Ese recuerdo desde su balcón siendo un niño también hacía que sumarse a esta causa tomara otro espesor. A pesar de preguntarse realmente cuánto podría aportar, cuánto o qué podría encontrar, tomó el trabajo. Viajó tres veces a la base de Trelew donde se cometió la masacre y documentó todo para después trabajar desde su laboratorio en Bariloche. Con un equipo que colaboró con él, rasqueteó paredes y reconstruyó la geometría del lugar. Calculó unas 200 horas de trabajo en la base. Sus resultados serían luego citados en el fallo de 2012 donde se darían las primeras condenas contra los autores de estos delitos considerados de lesa humanidad.
“Encontramos varias cosas que terminaron siendo relevantes en el juicio, aunque no determinantes”, dice con cierta modestia, rasgo que estará presente en sus palabras a lo largo de toda la conversación.
Según la versión oficial, la de los militares, 19 presos políticos y militantes de las organizaciones armadas de ERP -Ejército Revolucionario del Pueblo-, FAR -Fuerzas Armadas y Revolucionarias- y Montoneros habían intentado fugarse de la base donde estaban detenidos. Algo que, a priori, a Pregliasco le parecía descabellado porque justamente una fuga había ocurrido en el penal de Rawson unos días antes. De los 25 que se fugaron solo 6 pudieron escapar en avión, los demás fueron encarcelados en esta base Almirante Zar, en Trelew, que “estaba en el medio de la nada, ¿dónde se irían? ¿cómo lo harían?”.
Todo indicaba que era una represalia más que un acto de defensa personal -como sostuvieron siempre los autores de la masacre-. La causa necesitaba evidencia física. “Excavamos las capas de pintura, vimos irregularidades en el revoque, marcas en el piso; con esa información pudimos armar el plano a escala del lugar de la masacre”, enumera.
“Los peritos en general no son abogados, no defienden una tesis del caso. Lo que hacen es decir los hechos que encontraron, decir con qué pueden ser compatibles las piezas de evidencia que encontraron y con qué no pueden ser compatibles. Después sí les corresponde a los abogados argumentar sobre esa base. Las pericias limitan las versiones posibles. Creo que la principal contribución, la que más orgulloso me tiene, es que hicimos un plano a escala de cómo era el lugar de las celdas“, desarrolla luego.
Su aporte, nada más y nada menos, permitió poner en duda la versión oficial porque de su investigación se desprende que las distancias y los espacios no cuadraban con el relato. Este análisis fue parte de las pruebas del juicio que se realizó en 2010. Cuando este año, en 2022, Pregliasco viajó a Florida a declarar lo hizo después de la declaración de Bravo.
El físico consideró que su presencia allí ya tenía en sí misma un peso simbólico, ya que solo él y Bravo eran los que conocían la base. A partir de lo expresado por el represor, Pregliasco consideró que su relato era inconsistente con la evidencia reunida en el lugar.
La misma incluía el estado de la pintura en las paredes, mediciones sobre el ancho del pasillo y la forma de las celdas, la ubicación de los agujeros producidos por los disparos y su relación con posibles posiciones de disparo. No coincidían con el relato de Bravo. Esta prueba física se presentó en el juicio de Argentina en 2010 pero también ahora en el de Estados Unidos, y se sumó a las evidencias a partir de testimonios, pruebas médicas e investigaciones históricas que se realizaron para dar cuenta de forma minuciosa de cómo fueron los hechos.
“(Bravo) Salió del estrado y se puso en una posición de disparo que daba una distancia de cuatro pies (1.21 metros) del piso. Mi cálculo de trayectoria mostraba que eso no podía haber sucedido nunca”, expresa el físico luego de la condena en Estados Unidos.
En 2012 los delitos fueron considerados de lesa humanidad. La extradición de Bravo aún no fue resuelta, pero en julio de este año un tribunal de Miami lo declaró responsable de los fusilamientos de Eduardo Capello, Rubén Bonet y Ana María Villarreal de Santucho y del intento de ejecución extrajudicial de Alberto Camps. La sentencia en el juicio civil también determinó que Bravo pague la suma de 24 millones de dólares como resarcimiento
Las pericias como forma de reparación
“Pude ver cuán útil es nuestra formación en la investigación de estos casos, como si uno se hubiera estado preparando para hacer esto sin saberlo”, resumió Pregliasco. Se refiere al momento en que fue convocado por su amigo, maestro y mentor Ernesto Martínez a principios de los noventa para trabajar en investigaciones donde su trabajo como físico podía dar con importantes resultados. Hasta ese momento se dedicada a la física pero sin contacto con la resolución de casos reales.
En una de las formas en que el investigador definió este trabajo de pericias forenses, habló de la responsabilidad. “En el área forense ves que los problemas de la física los podés usar para entender la realidad y tomar decisiones sobre ella. Eso implica una responsabilidad también. Es un cambio de paradigma en lo que es la enseñanza y el valor de lo que enseñás y es que la física más elemental te alcanza para hacer un montón de cosas. Y además, es ver que lo que hacemos importa”, explicó.
“También hay un placer, hay una forma de reconfortarse que va más allá del ámbito de la academia”, sostuvo entusiasmado. Una de las cosas que más le gusta de su trabajo es que cada nueva causa, cuando es convocado, implica ponerse a estudiar nuevos asuntos a los que, quizás, no llegaría de otra manera. Le interesa poder transmitir todo esto a los estudiantes de física.
Por otro lado, no solo en esta entrevista sino en distintas que ha otorgado en los últimos años, Pregliasco habla de la actividad forense como una forma de reparación para familiares de víctimas, tanto de represiones policiales como de accidentes viales.
“Hay cosas que muchas veces ni siquiera llegan a la Justicia pero para los familiares saber qué es lo que pasó es más importante que el proceso judicial. Entonces, hacer una reconstrucción va más allá del proceso. Por ejemplo, la que hice sobre el 20 de diciembre del 2001″, introdujo.
“Voy a hacer una pericia que le sirva a la gente para entender que pasó ese día, más allá de la discusión jurídica, lo cual implica hacer un trabajo que es tres veces más grande. La utilidad práctica del juicio es la misma, pero hacés un trabajo que tiene otro alcance y ese otro alcance permite que el familiar de la víctima lo lea, se reconozca y funcione de otra manera. Eso es la reconstrucción”, consideró.
“Ese contar la historia de lo que pasó ese día y convertirla en un acto oficial que es presentarla en el juicio, incorporarla como evidencia, es un acto reparador”, sintetizó.
Divulgación científica y discursos anti ciencia
En un contexto donde hay cierto auge de discursos que niegan los avances de la ciencia o que descreen de descubrimientos que hasta ahora tenían un amplio consenso, el físico aportó su mirada.
“Es muy importante compartir lo que significa el pensamiento científico y si bien creo que está muy bien tener distintas visiones del mundo, lo cierto se necesita de un método de razonamiento que sea público, argumentable, que no sea jerárquico. Eso lo satisface el pensamiento científico. Las definiciones públicas tienen que ser compartibles, no puedo aceptar un sacerdote que me diga qué es lo que hay que hacer”, ejemplificó.
Sin embargo, también consideró que a veces ciertos científicos o grupos de ellos tienen una manera de comunicar que va en detrimento de lo que la misma ciencia, se supone, aspira:
“Muchas veces se pide a la población que acepte algo porque lo dice un científico, eso lo vimos con el tema del covid. Por más que esté de acuerdo con las decisiones que toman los científicos, no es buena la manera en que son comunicadas y no es buena la divulgación científica que endiosa a los científicos como genios. Me parece que ahí hay un problema muy serio y donde se le está pidiendo a la gente que tenga una actitud anticientifica de aceptación de cualquier pavada que diga un tipo con guardapolvo y anteojos, ¿no?“, reflexionó.
Para Pregliasco uno de los valores del pensamiento científico es que “más allá de que alcance o no la verdad de las cosas es una dinámica de argumentación que tiene que ver con la democracia”. “Creo que, sobre todo, tiene ese rol, de intercambio que tiene que ver con el funcionamiento democrático y la libertad de expresión”, concluyó.
El Ciudadano | 21 de agosto de 2022