«Fui el hijo de un asesino y en casa se hablaba de matar»
Infojus Noticias - 06/05/15
www.eldiariodeljuicio.com.ar- ¿Cuántas personas mataste?
- Muchas.
- ¿Cuánto es mucha? ¿Veinte?
- Nooo. Muchas.
- ¿Cincuenta?
- No, más. Muchas.
- ¿Y qué sentís?
- Nada.
Esta conversación entre un padre y su hijo sucedió una tarde de 1981, en un bar de Buenos Aires. El padre, Luis Alberto Cayetano Quijano, acusado de 158 privaciones ilegítimas de la libertad agravadas, 154 imposiciones de tormentos agravadas, 98 homicidios calificados, 5 imposiciones de tormentos seguidas de muerte y la sustracción de un menor de 10 años durante la represión ilegal en Córdoba, murió impune el sábado por la mañana. El hijo, también Luis Alberto Quijano, la evocó 34 años después en una larga charla con Infojus Noticias, junto con muchos otros recuerdos tortuosos: cómo lo obligaba a destruir documentación en el destacamento de Inteligencia donde era segundo jefe, a escuchar grabaciones de sesiones de tortura, o esa imagen que todavía lo persigue en sus pesadillas. Los cuarenta hombres y mujeres desnudos, vendados y con las manos atadas, que vio fugazmente en la cuadra de La Perla.
“Fue una de las cuatro veces que me llevó a La Perla. Mi viejo estaba hablando con el ‘Chuby’ (Arnaldo José) López, me parece, y yo me asomé a la cuadra y los vi. Estaban boca abajo, en colchonetas separadas por un metro de distancia. Mi viejo me dijo ‘no mires, pelotudo’”.
Romper el silencio
No es la primera vez que Luis Alberto Quijano (hijo) habla con la prensa. En enero de 2012, dio una entrevista a los periodistas Ana Mariani y Alejo Gómez Jacobo para el libro La Perla. Historia y testimonios de un campo de concentración, que ahora forma parte del expediente. Allí hizo pública su dolorosa historia por primera vez: cómo aquél hombre que había sido su héroe se convertía en el peor criminal. Un mes antes, en diciembre de 2011, había testificado en la fiscalía federal de Graciela López de Filoñuk.
La querella de Claudio Orosz y la fiscalía, que encabeza Facundo Trotta, pidieron en las últimas semanas que se lo cite al debate oral como testigo: aunque la muerte deje impune a su padre, aún puede contar detalles de los operativos en los que lo hizo participar, y mencionar a sus cómplices. El pedido fue aceptado por el tribunal y el hijo del represor declarará en la causa.
Quijano, a pesar de pertenecer a Gendarmería -cuya tarea habitual era la custodia del perímetro del centro clandestino-, operaba con la patota del Ejército y la Policía provincial. Éste era su primer juicio oral –a pesar de que estaba investigado en varias causas- pero había sido apartado hace veinte días por una junta médica que determinó que no estaba en condiciones de comprender. “Teníamos muchos testimonios directos que lo ubicaban en los operativos de secuestro y en los interrogatorios bajo tortura. Si hubiera tenido que alegar, pedía su condena”, dijo el fiscal Trotta.
La agrupación Hijos difundió un comunicado lamentando su muerte: “Nuevamente la lentitud de la Justicia le permite a otro represor morir impune. En pleno 2015, a casi 40 años de haber cometido los delitos aberrantes por los que estaba siendo juzgado (…) el reconocido asesino, secuestrador y torturador del ex Centro Clandestino de Detención y Exterminio La Perla logró zafar de una segura condena”.
El hijo del cazador
Quijano, el padre, nació en Goya, provincia de Corrientes. Entró en la Gendarmería Nacional y fue destinado a Las Lomitas, Formosa, hasta que lo trasladaron a Córdoba “en 1971 o 1972”, recuerda Luis, que en esos años estaba terminando la escuela primaria. Después se mudaron a Buenos Aires para profundizar su preparación militar. “Ya en el ‘75, cuando nadie quería ir a Córdoba, el pidió voluntariamente que lo enviaran. Él quería acción”, cuenta su hijo.
Allí fue asignado al Ejército, y quedó como segundo jefe del Destacamento de Inteligencia 141, que tenía bajo su órbita a La Perla. Él pasa al destacamento con el grado de comandante. Mi padre era un número más, era el segundo jefe del destacamento”
En Córdoba, Quijano (hijo) conoció a un joven en un gimnasio que hacía artes marciales. Unos días más tarde, su padre llegó con una foto del chico. "Al dorso tenía el nombre Kent. ‘Sos un pelotudo’, es del ERP. Ahora te van a secuestrar a vos para extorsionarme a mí’, me dijo. Y a partir de ahí, dijo que no salía más sólo y que lo iba a acompañar a su trabajo”
- ¿Adónde lo llevaba?
- Iba caminando todos los días siete cuadras al colegio Deán Funes, volvía al mediodía a comer y después me llevaba con él. Ahí trabajaba en un salita que tenía una máquina de hacer fideítos de papel. Sacaba la documentación de un galpón que iba a destruir
- ¿Conoció La Perla?
- Fui cuatro veces. Estaban en colchonetas, atados de pies y manos en la espalda, desnudos, tapados y boca abajo. Unos cuarenta tipos entre hombres y mujeres. Cuando faltaba gente, me hacía acompañarlos a los operativos y esperarlos en el auto con una escopeta y una 45. Me llegó a dar casettes con interrogatorios y torturas para escuchar. Lamentablemente, me pidió que los destruyera.
Todas las noches, cuando su padre salía a secuestrar con la patota, Quijano hijo tenía el deber de quedarse vigilando su casa. Al llegar, tocaba dos timbres cortos; era el santo y seña. “Me decía ‘Hoy entramos a una casa y maté a dos’, y se dormía sin problemas. Yo me quedaba despierto, pensando.”
- ¿Era natural oír de muerte?
- Es como si vos fueras el hijo de un cazador. Matar un animal es normal. Yo fui el hijo de un asesino y se hablaba en casa de matar como cualquier cosa.
“Un monstruo de doble moral”
Al otro lado del teléfono, a Luis Quijano se le disparan los recuerdos. A medida que el diálogo avanza, se pone ansioso por contar. “A mi madre, Martha Celia Foukal quiero escracharla públicamente: mi madre es un monstruo de doble moral”, afirma.
- ¿Por qué?
- Ella lo arengaba para que mi padre saliera de procedimiento, lo embestía en un aura de héroe, aparte de haber administrado muy bien el dinero que le robó mi padre. Cuando ‘Chuby’ López se pone de novio con una presa del campo de concentración, mi padre lo comentó en casa. Y mi madre, no me olvido más, dijo que tenían que matarlos a todos porque iban a hablar. Ella, con la mujer de Hermes Rodríguez y el ‘sordo’ Acosta se encargaban de comprar algodón para las presas.
- ¿Y después lo negó?
- Un día me dijo a mí que no sabía que mi padre hacía eso. Qué creía que sólo hacía guardias. Y yo le contesté ‘¿y las alhajas, los tapados de piel, los televisores, todo lo que te traía mi padre también creías que era de la guardia?’.
La última vez
Padre e hijo no se hablaban desde el año 2007, a pesar de que Quijano padre pasó gran parte de su prisión domiciliaria a 150 metros de Quijano hijo. La última vez que se vieron, el padre ya estaba detenido por su participación en La Perla y el Comando Libertadores de América, que fue la versión cordobesa de la Triple A. “Me acuerdo perfectamente. Ese día le dije que me había hecho sufrir mucho, y que yo sabía que no me amaba. Le reproché por qué me había llevado a trabajar con él. Él me decía que no había hecho nada, que no había matado a nadie. Le contesté que a mí no me mintiera: que lo había visto matar”, cuenta.
Ese día también le dijo que lo mirara a los ojos, que era la última vez en su vida que iba a ver a su hijo. Y cumplió. Se enteró de su muerte la misma mañana del sábado, por un llamado de su hija, que lo había visto en Facebook. “No sentí nada, ni bueno ni malo”, dice. “Esa noche prendí una vela y recé por su alma. Son muy pocas cosas buenas lo que recuerdo de él”.
La semana que viene, si el Tribunal Oral Federal que juzga los crímenes de La Perla acepta el pedido de fiscales y querellantes, contará aquél diálogo de 1981 y muchas revelaciones ante los jueces, por primera vez.
- ¿Se llevó muchos secretos a la tumba?
- Sí, muchos. Yo le pregunté qué había hecho con esa bebé que iba a traer a casa, después de un operativo y que mi madre no quiso porque dijo ‘que no sabía que podía crecer de esa porquería’. Me gustaría saber que fue de la vida de ella, porque iba a ser mi hermana de crianza. Pero nunca me respondió.