Un dolor que no cura
El obispo de San Juan, el rosarino Alfonso Delgado, volvió ayer a la ciudad para declarar en una causa judicial que investiga la desaparición de Pedro, su hermano, en el 77. "Para toda la familia ha sido un dolor muy grande", dijo.
Delgado habló en exclusiva con Rosario/12. Imagen: Alberto GentilcoreDiario Rosario|12 - 23/06/2011
Por José Maggi
El obispo de San Juan, Alfonso Delgado, declaró ayer como testigo en la causa en la que se investiga la desaparición de su hermano Pedro Daniel, o "Peter" como era conocido entonces, un militante montonero secuestrado en setiembre de 1977 en Rosario. Su compañera Graciela Busaniche, quien estaba embarazada, también está desaparecida. El testimonio de Delgado sirvió para confirmar el rol del Comando del Segundo Cuerpo de Ejército. Allí le confirmaron que el de su hermano era "un caso cerrado". "Espero que le hayan dado cristiana sepultura", le respondió el obispo, quien habló en exclusiva con Rosario/12.
--Soy hermano de una víctima desaparecida en el 77, algo por lo cual la familia ha sufrido mucho, ha sido un dolor muy grande, pensando en la seguridad de la familia, también de mi padre (fallecido), a mis hermanos y a mi nos ha pesado mucho. Muchas veces nos hemos esperanzado de que pueda encontrarse la verdad, y otras tantas nos hemos desilusionado. Este trámite alienta nuevas esperanzas, creo que la verdad sea como sea no ofende a nadie.
--¿Quién era Pedro Pablo Delgado, dónde militaba, cuál era su historia?
--Me dijo la última vez que lo vi en Buenos Aires que pertenecía a la organización Montoneros.
--¿En qué circunstancias desapareció?
--Desde 1966 yo no vivía más en Rosario, por lo que no fui testigo directo de nada, pero por referencias de la familia lo encontraron en la casa de una persona amiga de la familia y parece que fue el 5 de septiembre de 1977 que lo fueron a buscar. Esto nos enteramos bastante después cuando esta persona se lo manifestó a la familia.
--¿Usted era sacerdote entonces?
--Sí.
--¿Trató de hacer alguna gestión?
--Todas las que pude.
--¿Con quién habló?
--Con todos los que pude. Hice trámites legales, jurídicos, he manifestado todo esto hoy (por ayer en el juicio).
--¿Alguien le dijo cuál había sido el destino de su hermano?
--Informalmente supimos que estaba muerto. Esto lo supimos por un amigo de mi padre que falleció poco después. No sabemos cómo se enteró. También una presunción que acabo de dejar en el juzgado es que fui al Comando (del Segundo Cuerpo de Ejército) y les dije: "Tengo un hermano que hace tiempo que no está". Conté además que ya habíamos tenido allanamientos en la casa por este motivo, y dije que quería saber qué información tenían. Y escuetamente me contestaron: "Para nosotros es un caso cerrado". Le dije entonces que era de suponer que había tenido cristiana sepultura, pero no me dijo nada. Fue muy tensa esa reunión y me sentí muy mal, no digo maltratado, pero si con gestos que no...
--¿Era algún jefe militar, recuerda quién era el que lo recibió?
--No, no sabía con quién estaba hablando. No era el soldadito de guardia. Era una persona mayor que yo en aquella época. Entonces tenemos hoy tres evidencias: una cuando fue llevado por gente no uniformada, otra por el dato de este amigo de la familia y la tercera, por esto que cuento, cuando me dijeron "es asunto cerrado, es un tema cerrado" por lo que yo entendí que, en ese contexto, solo quedará una vía judicial cuando se reestableciera la democracia, que es lo que hicimos.
--¿Se sintió acompañado en aquel momento por la jerarquía eclesiástica?
--Totalmente, pero al mismo tiempo la Iglesia tenía fuertes dificultades para comunicarse dentro de ella. Teníamos una censura fuerte desde afuera, basta ver la dificultad de poder transmitir lo que decían los obispos, lo que decía la Conferencia Episcopal Argentina. Solo un diario se animaba a decirlo, el Buenos Aires Herald, quizás porque estaba en inglés y no sabían inglés. Yo tuve dificultades en esos años también.
--¿Qué tipo de dificultades tuvo?
--Vivía en Paraguay y no conseguía el permiso de residencia, hasta que fui haciendo gestiones con jefes, hasta que un día me plantaron frente al Ministro del Interior, y me dijeron: "No sé quién es usted, si es guerrillero o si es hermano de un guerrillero, así que no le podemos dar la residencia en el Paraguay".
--¿Cuál es su opinión acerca de lo vivido en la última dictadura?
--Tengo 69 años y he estado en diferentes países y he vivido momentos fáciles y difíciles, momentos de libertad, momentos de nada o de poca libertad. Cada vez me convenzo más de que la única forma de vivir es en libertad y en plena democracia, y que los derechos humanos son para todos, y no para reclamarlos sino para vivirlos.
--¿Y en este sentido cuál es su valoración de las investigaciones sobre el terrorismo de Estado?
--Espero que se esclarezca toda la verdad, aunque puede molestar a alguien...
--¿A quién puede molestar?
-- No sé, la verdad es que si se descubre que alguien ha hecho las cosas mal, quizás no le guste que se sepa.
--¿Cuál entiende que fue el rol de las fuerzas armadas en esa época?
--El que todos conocemos.
--¿Ya había relatado antes la desaparición de su hermano?
--Sí, nunca lo oculté, todo el mundo sabe que tengo un hermano desaparecido, pero tampoco llevo un cartel que lo diga. Está en la lista de Conadep, y apenas se pudo hacer el trámite pedimos la declaración de desaparición con presunción de fallecimiento. Toda la familia acompañó ese trámite.
--¿Se va a convertir en querellante de esta causa?
--No sé, tengo que estudiarlo.
--¿Lo afectó en su carrera eclesiástica tener un hermano desaparecido?
--No, más bien he encontrado mucha comprensión y he compartido el dolor. Tengo amigos míos, sacerdotes también con familiares desaparecidos y tengo conocidos y amigos que han muerto por un atentado, por una desaparición forzosa, o por lo que sea.